Como si me hubiera ganado la de oro en los Olímpicos

Historia de un parto como cualquier otro

bebé

Por: Angela Múnera

15 de ENERO 2103

3 AM

Mis contracciones de Braxton Hicks se convirtieron en un campo de batalla intrauterino que me despertaron,  más parecía que tuviera un demonio de Tasmania en mi barriga que una hermosa princesa. Con 39 semanas y un día era claro que mi bebé quería salir de ahí, solo recordé las palabras que tanto me llegaron, palabras que oí en una charla que dieron donde suelo hacer yoga sobre el parto de una campesina a muchos kilómetros de aquí, que fueron mi inspiración para pensar… si ella pudo yo porque no? . Tenía claro que aquellas historias de cero epidural y partera en finca no eran mi ideal, ni soy la reina del umbral del dolor alto como para pretender semejantes honores. Pero me propuse combinar mis conocimientos de yoga (que vinieron de un par de hermosas maestras), los consejos de nuestro bioenergético familiar (muy familiar), y mi experiencia del primer parto, para lograr que mi segundo hijo llegara al mundo de una forma más tranquila y menos invasiva. Recordaba del primer parto los nervios, la ansiedad, el frío, el helado y congelado ambiente  de la clínica, sus detestables luces blancas, la intervención de tanta gente hablándote y preguntándote cosas, mientras te partes del dolor y te chuzan todo al tiempo, los muchos mililitros de Pitosín y demás drogas para el trabajo de parto que no quería volver a recibir… Así que decidí convertir la sala de mi casa en un lugar cálido, tranquilo y muy relajado, para que, en compañía de un té caliente, mi lámpara con luz naranja, un par de medias peludas, un pebetero con esencia a verbena, una cobija y una pelota de Pilates, mi hermoso demonio y yo nos conectáramos en trabajar juntas.

4 AM

La banda sonora que nos acompañó en muchas de las clases de yoga fue perfecta para esa noche. Al ritmo de Better Together de Jack Johnson, mi muñeca y yo bailamos la ultima canción de nuestras vidas una dentro de la otra. Al mismo tiempo sentía como el té de canela con panela la cobijaba a ella por dentro y le hacía saber que yo también estaba lista, y que pronto nos veríamos a los ojos y nos amaríamos por siempre. Mientras se daba ésta función silenciosa en la sala, el papá y el hermano mayor dormían plácidamente y nos permitieron este momento a solas que nunca olvidaré. Fue un momento perfecto que duró dos horas, en las que fui contando mis contracciones muy juiciosa en el celular y respiré cada vez más profundo, mientras la bailarina dentro de mi se fue volviendo cada vez más intensa. Pasamos algo así como del vallenato al pogo metalero en cuestión de esas dos horas, pero nunca se perdió la conexión de nuestras almas… Yo le hablaba mientras el corazón se me quería estallar de emoción!

5 AM

Ya sabiendo que no podía aguantar más desperté a mi esposo, llamamos al médico, nos bañamos, contactamos a la suegra (previamente advertida de que sería quien acompañara a nuestro hijo en caso de parto a la madrugada) y tan pronto llegó como un rayo, salimos para la clínica. Al entrar a urgencias la calma que mantuve a pesar del dolor despistó a la ginecóloga de turno, a tal punto que cuando las enfermeras le mostraron el resultado de los monitoreos, vino corriendo a hacerme un tacto. Fue ahí cuando dijo esas maravillosas palabras que me hicieron sentir como Mariana Pajón en el pódium “tienes 7 centímetros de dilatación!!!! Felicitaciones” y salió corriendo a llamar a mi ginecólogo.

6 AM

Nos mandaron directamente a la sala de partos y, como en mi primer parto,  vi al anestesiólogo (un completo desconocido) con ojos de amor profundo y agradecimiento infinito porque, gracias a él y su poción mágica, pude volver a hablar, ver, respirar y sonreír. Mientras llegó el ginecólogo, las enfermeras preparaban todo para la llegada de nuestra hija. Ellas seguían echándome flores sobre lo avanzado de mi trabajo de parto, a tal punto que me dio hasta pena y me parecían como un poquito exageradas, pero me decían, la verdad es que estos casos así sólo se ven 3 o 4 al año en esta clínica, así que me sentí como Miss Colombia en las 5 semifinalistas.

7 AM

Entró por la puerta el ginecólogo más humano, hermoso y adorado del planeta, el nuestro!, parte fundamental en cumplir nuestro sueño de ser papás hacía 3 años y ahora un amigo y compañero en la aventura de la segunda hija. Siempre con una sonrisa a pesar de los trasnochos y madrugones de su profesión, listo para la llegada de mi princesa… aunque no tan listo…

8 AM

Después de todo el protocolo de batas, guantes, Isodine a litros, organizada de la cama y pose de contorsionista, llega el doc a revisar “la cuestión” y lo único que me dice es “A esta niña ya se le ve el pelito, por Dios Santo no vas a respirar que ya vengo”.  Acto seguido a mi me coge un ataque de risa nerviosa y a la vez susto de pensar, “Este man se chifló, pa dónde se fue? y esta niña se va a salir y va a caer en el piso?!!!”. Vuelve el médico corriendo y no se oyó la famosa frase “puje señora”, porque solita, sin mayor esfuerzo, mi bebé salió y nos mostró toda su belleza en cuestión de un segundo. Tan rápido fue todo que al papá le quedó pendiente la cortada del cordón umbilical, porque no tuvo tiempo de ponerse los guantes. Logré además, gracias a lo aprendido en las charlas y a lo receptivo y cómplice de nuestro médico, abrazar a mi chiquitica aún con el cordón conectándonos. Pude poner su carita contra mi pecho para comprobar la teoría de que ese primer contacto, le dio a mi hija la certeza de que ahí estaba yo para protegerla, amarla y alimentarla en sus primeros segundo de vida en el mundo exterior y para siempre. Fue una experiencia de lágrimas del papá y alegría infinita de la mamá por poder salir victoriosos de un momento tan único e inolvidable.
Hoy comparto esta experiencia que hace exactamente dos años y 6 meses cambió mi vida y la de nuestra familia, para dar gracias a la vida por mi hogar, mis preciosos hijos y la forma tan diferente como llegaron al mundo. De las dos aprendí montones y no dejaron de ser maravillosas cada una. Gracias al esposo amado y papá más hermoso que siempre soñé tener a mi lado como compañero en este cuento de la paternidad, a la familia y a esos seres luminosos que aparecen en el camino enseñándonos tanto y a veces ni se enteran… GRACIAS

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